Monday 27 August 2012

Matrimonio y adopción en parejas homosexuales



Lo insoportable, apenas se habla de matrimonio y adopción en parejas homosexuales, es que uno tiene que estar o totalmente a favor, o totalmente en contra. Si estas a favor, todo esta perfecto: tu eres un hombre de progreso, un hombre abierto, tolerante, que acepta las diferencias, y obviamente, en conclusión, un hombre de izquierda (puesto que solo la izquierda es moral).
Si en cambio, expresas cualquier tipo de reservas, te preguntas si se puede dar el mismo nombre (matrimonio) a la unión entre un hombre y una mujer y a la unión entre dos personas de mismo sexo, si cuestionas el hecho que un niño puedas tener dos papás o dos mamás, inmediatamente te califican como un  homófobo irrecuperable, un representante de la caverna, un defensor de los valores más anticuados de la religión católica, y por lo tanto un conservador medio fascistoide.
Existe sobre esta materia un verdadero terrorismo ideológico, cuya consecuencia es que un debate abierto y desapasionado se vuelve prácticamente imposible, y que muchas personas que sienten reticencias respecto al matrimonio gay y la adopción por parejas homosexuales prefieren callarse para evitar quedar expuestos en la picota pública. Leía recientemente que el cardenal de Paris invitó a los fieles a rezar para que “los niños y los jóvenes dejen de ser los objetos de los deseos y de los conflictos de los adultos para beneficiarse plenamente del amor de un padre y de una madre”, en un momento en que el gobierno francés se prepara a presentar un proyecto de ley legalizando el matrimonio gay. Esta simple afirmación, tan anodina y conforme a lo que ha sido desde hace siglos el modelo de una familia “normal” fue suficiente para desatar contra él y contra el conjunto de la Iglesia católica el furor de la “izquierda moral”, acusándole de una intromisión insoportable y retrógrada de la Iglesia en los asuntos del poder político.
Por eso, como preliminar, me parece importante aclarar que no tengo nada en contra de los gays, no siento ningún odio ni repulsión respecto a ellos;  me parece que su preferencia sexual hace parte de su vida personal, y que por lo tanto se debe respetar en nombre de la libertad individual. Personalmente tengo amigos gays y me siento a gusto con ellos. Si mañana uno de mis hijos fuera a anunciarme que se ha vuelto gay, no digo que eso me alegraría, pero lo aceptaría como su decisión personal, y eso no cambiaría nada al amor que le tengo.
La primera pregunta que me hago respecto al matrimonio gay es. ¿Porque los movimientos gays insisten tanto en el matrimonio, en un momento en que, en la mayor parte del mundo, dicha institución está en franco retroceso, y un número creciente de jóvenes vive en unión libre, considerando el matrimonio como una figura anticuada y sin sentido, a la hora de la liberación sexual? ¿Por qué este deseo de los homosexuales de remedar lo que hacen las parejas heterosexuales, en lugar de tratar de inventar otra cosa? Francamente, la representación del matrimonio de dos lesbianas que apareció recientemente en la prensa, en la cual ambas aparecen con velo, vestido blanco, flores blancas… me parece bastante ridícula.
Lo que se debe entender es que en realidad el tema del matrimonio gay y el tema de la adopción por gays están estrechamente relacionados. Para la comunidad homosexual, la principal ventaja de permitir el matrimonio gay es la de facilitar a estas parejas la posibilidad de adoptar.
Y en este sentido, tienen razón. Para entenderlo, hay que irse a la raíz antropológica de la institución del matrimonio,  lo que explica que en todas las sociedades humanas, desde los grupos tribales más atrasados hasta nuestras sociedades modernas, los hombres han sentido la necesidad de crear la institución del matrimonio.
En su esencia, el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer con el ánimo de procrear: esto no significa que las parejas que no tienen hijos no son verdaderos matrimonios; pero lo que hace del matrimonio una institución RESERVADA a la unión de un hombre y una mujer, es el hecho que, según las leyes de la naturaleza, ésta y solo esta unión permite “fabricar” hijos.
Es la razón por la cual, en todas las culturas, se ha sentido la necesidad de organizar un marco institucional, incluyendo una cierta solemnidad, para aportar ciertas garantías a este acto tan fundamental para la especie humana: el de reproducirse, de transmitir la vida y de permitir la perpetuación de la especie.
Para que sirve el matrimonio?
-          ante todo para afirmar ante los demás que los hijos nacidos dentro de este matrimonio son realmente los hijos de este señor y de esta señora que han decidido unirse en el matrimonio
-          por lo tanto, los hijos de este matrimonio pueden llevar el nombre de sus padres, lo que permite garantizar la continuidad de este nombre, de esta familia, o como decían los romanos, de esta gens.
-          Y, último punto, la institución del matrimonio permite organizar la transmisión del patrimonio, material y espiritual, de esta familia.
Por lo tanto, la noción de matrimonio es inseparable de las nociones de filiación, de transmisión y de perpetuación. Y esto, lo ha entendido muy bien la comunidad homosexual: finalmente, para ellos, la cuestión del matrimonio en sí es relativamente segundaria, lo que es importante es la posibilidad, a través del matrimonio, de crear un nuevo tipo de familia que pueda perpetuarse de generación en generación a través de la unión de dos seres de mismo sexo.
A partir de estas consideraciones, puedo ahora explicarte cual es mi posición respecto al matrimonio y a la adopción por parejas de homosexuales, con el debido respeto al cual ellos tienen derecho respecto a sus preferencias sexuales.
Respecto al matrimonio: entiendo muy bien su deseo de organizar las condiciones jurídicas de una unión estable en su pareja; esto incluye aspectos fiscales, bien conocidos; aspectos patrimoniales (dar la posibilidad a cada miembro de la pareja de transmitir sus bienes al sobreviviente, o a los hijos del sobreviviente, si los hay; posibilidad para el sobreviviente de seguir recibiendo la pensión de jubilación de su ex cónyuge); existencia entre los dos miembros de la pareja de una comunidad de bienes, la cual tendrá que disolverse y repartir según reglas claras si esta unión se termina etc.
De manera evidente, estas uniones estables existen, y se requiere un estatuto jurídico para organizarlas, protegerlas, y evitar por ejemplo que el sobreviviente termine en la calle, expulsado de la casa en la cual vivió durante 20 o más años con su compañero, porque solo los miembros de la familia biológica tienen derecho de heredar del muerto.
Estoy por lo tanto totalmente a favor de que se establezca un estatuto jurídico específico para las parejas homosexuales, que permita organizar todos estos aspectos patrimoniales, fiscales etc.
Que se le de  a este estatuto el nombre que quieran, excepto el nombre de MATRIMONIO, ya que la unión entre homosexuales no tiene y no puede tener como vocación la de tener hijos y de transmitir un nombre y un patrimonio a estos hijos.
Por naturaleza, y por ser la única que permite engendrar hijos, solo la unión de un hombre y de una mujer puede llamarse matrimonio. La unión de dos gays es otra cosa, perfectamente respetable, pero que por naturaleza no es un matrimonio.
Me podrán decir que estoy jugando sobre las palabras; pero me parece fundamental mantener esta distinción de vocabulario.
La mejor prueba de lo que digo, es que justamente la comunidad homosexual rechaza esta distinción. Uno podría esperar que, si el legislador organiza para ellos un estatuto jurídico que permita resolver los problemas patrimoniales existentes dentro de su pareja, ellos podrían sentirse satisfechos, y no insistir tanto en que este estatuto se llame “matrimonio”.  Si insisten tanto, es porque en su imaginario, y en el de todas las sociedades, solo el matrimonio tiene como vocación principal la perpetuación de la especie y la transmisión a los hijos nacidos o adoptados de esta unión.
Esto me lleva por lo tanto a hablar del segundo aspecto de la reivindicación gay: la de la posibilidad de adoptar.
Efectivamente, si uno acepta que la unión entre dos homosexuales se llame matrimonio, sería una discriminación insoportable decidir que algunos matrimonios (los heterosexuales) pueden adoptar, y otros (los homosexuales) no lo pueden.
Otro argumento que esgrimen los partidarios de la adopción por parejas gays es que los homosexuales pueden ser tan buenos padres y madres como los heterosexuales, que hay niños nacidos en parejas heterosexuales que son victimas de abusos, y al contrario niños criados por parejas homosexuales que viven perfectamente felices. Nadie lo está negando, y creo que hay que rechazar este a priori que pueden tener algunas personas, según el cual todo homosexual que quiere adoptar es un pedófilo en potencia. El instinto paternal y maternal está igualmente difundido entre los heterosexuales y los homosexuales.
Sin embargo, siempre nos chocamos a la misma realidad obstinada: hasta el día, que espero lejano, en que los científicos comenzarán a producir seres humanos por clonación, la única manera que han encontrado los seres humanos para reproducirse es a través de la unión de un hombre y una mujer. No importa si esta procreación se hace por las vías naturales o por métodos de procreación asistida, siempre existe a la raíz de una nueva vida un hombre y una mujer.
La consecuencia de este hecho irrefutable, es que normalmente son este hombre y esta mujer los que van a realizar la crianza de este niño. Obviamente, existen numerosos casos en los cuales esto no es posible, por numerosos motivos: porque el padre o la madre, o ambos, están muertos; porque ellos no pueden, o no quieren, ocuparse del niño etc. Es la razón por la cual todas las sociedades humanas han creado sistemas de sustitución a esta paternidad natural: en algunas sociedades, como las nuestras, va a ser la adopción; en otras, como en África y en muchas culturas tradicionales, será la familia extendida la que se hará naturalmente cargo del niño. También es la razón por la cual, en los casos cada vez más numerosos en los cuales el padre y la madre están separados, siempre se tratará de mantener el contacto entre el niño y sus dos progenitores.
Pero estas excepciones no impiden que un niño tiene siempre un padre y una madre, y que es una verdadera monstruosidad antropológica la de querer inventar familias en las cuales el niño va a tener dos papás o dos mamás. Para su educación, para su identificación como hombre o mujer, el niño necesita en sus años de formación una presencia masculina y una presencia femenina. La constitución, de manera voluntaria y deliberada, por une reforma legal, de familias en los cuales el niño no tiene la posibilidad de diferenciar de manera clara la figura masculina del padre y la figura femenina de la madre, con las características propias de cada uno de los sexo, me parece un proyecto diseñado exclusivamente en beneficio del deseo de paternidad de las parejas homosexuales, sin preocuparse del interés del niño.
Esto no significa que, en algunos casos individuales, y siempre en el interés del niño, no se pueda admitir adopciones por homosexuales; pienso en casos en los cuales un homosexual, hombre o mujer, ya tiene hijos, y en que el ex cónyuge con el cual procreó estos hijos está totalmente ausente: en estos casos, no me chocaría que el (la) compañero(a) con el cual vive el padre o la madre homosexual, y con quien comparte la educación de sus hijos, pueda adoptarlos y por lo tanto transmitirles su patrimonio después de su muerte. De misma manera, en los países donde existe la posibilidad para un(a) soltero(a) de adoptar un niño, es muy probable que algunos de estos solteros que adoptan sean homosexuales y vivan en pareja: me parece que no hay ningún motivo serio para averiguarlo y rechazar la adopción si aparece que el candidato es homosexual.
Pero debe quedar bien claro que no se trata de crear un nuevo modelo de familia, y de hacer una mala imitación de la familia “normal”, con un padre y una madre, dando la ilusión que los dos tipos de familia son equivalentes, sino de responder de manera pragmática a situaciones de hecho, siempre en beneficio del interés superior del niño.
Finalmente, mi posición sobre la adopción por homosexuales no es nada radical, sino más bien matizada: no me opongo a que, en algunos casos individuales muy específicos, la adopción por homosexuales (solteros o en pareja) pueda constituir una solución pragmática para unos niños; en cambio, se debe mantener el principio según el cual todo niño tiene un padre y una madre, y en consecuencia, si se va a dar en adopción, siempre se dará la preferencia a una pareja homosexual.
Afortunadamente, el desarrollo de la adopción por parejas homosexuales siempre quedará muy limitado por una situación de hecho: en el mundo, el número de candidatos a la adopción es mucho más alto que el número de niños adoptables, lo que les da a las autoridades encargadas de la adopción el poder exorbitante de escoger entre estos numerosos candidatos a quien van a dar un niño. Pienso que se puede confiar en el sentido común de estas autoridades para decidir que es preferible, en el interés del niño, darle un papá y una mamá, que darle dos papás o dos mamás.

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